miércoles, 2 de julio de 2014

¿Bullies a mí? ¡Ja!

La adolescencia es una edad complicada por la que todos hemos pasado, y el que más y el que menos ha pasado por una etapa de patito feo que no resulta nada agradable y mucho menos fácil y sin embargo no puede uno evitar mirar atrás con nostalgia. Contradicciones del ser humano. Yo tengo recuerdos desagradables de "aquellos maravillosos años", pero también tengo historias y anécdotas geniales y amigas que hice por aquel entonces y que aún conservo y que son igualmente geniales. Ayer hablando con una amiga desempolvando historias de adolescencias pasadas recordé yo una...

Esas aulas de mobiliario verduzco, cuántas horas no he pasado y pasaré rodeada de ellas...


En los años de instituto no era ni la más guapa, ni la más popular ni la más nada, con lo cual no destacaba por nada en especial. Bueno sí, sacaba siempre dieces en inglés y eso parecía darle coraje a alguno. Alguno que iba a mi misma academia y al que no le lucían mucho las clases, ¿sería porque hacía los deberes en la puerta antes de entrar? Quizás. El caso es que el chaval en cuestión se tenía por guapo aunque a Dios pongo por testigo de que no lo era, juraba que era pelirrojo natural pero cada cierto tiempo todos le veíamos las raíces, no era simpático y le habría gustado ser el que más inglés sabía pero tuvo la mala suerte de tenerme en su clase.

Los días se sucedían y él no dejaba pasar la oportunidad de meterse conmigo repitiendo que tenía bigote (yo) y que a ver si me afeitaba. El pobre no tenía más argumento que ese, y no tenía la suficiente imaginación para inventarse otro así que se repetía más que la morcilla, animalito. Mi respuesta solía ser también la misma: "yo cuando quiera me quito el bigote, pero la cara que tú tienes tiene peor arreglo". Cuando podía lo evitaba, pero en clase de música no era nada fácil, porque nos colocaban por orden de lista e iba justo delante de mí, ¡qué suerte loca la mía! Y justo un día, y la culpa quizás fue mía por abusar de mi superioridad intelectual (no vamos a mentirnos, yo tenía más luces que él y las neuronas más espabiladas) y a alguna cosa que me dijo para que yo me sintiera mal yo le contesté dejándolo un poco por los suelos, y él era un poco gilipollas tonto pero de eso sí pareció darse cuenta, y de vuelta a nuestro aula habitual se me acercó y me preguntó que si antes me había estado cachondeando de él. Ya dije que era un poco tonto... Mi respuesta fue que no y que me dejara tranquila y en paz, pero lo que conseguí fue la amenaza de clavarme un portaminas con la punta de metal. Me dio tanto coraje que me amenazara que le dije que a ver si se atrevía. ¡y se atrevió! Me pinchó en el antebrazo, y yo estaba tan rabiosa que ni lo noté, así que aprovechando la coyuntura lo sonsaqué para que volviera a hacerlo y lo volvió a hacer, pobre tonto. Hasta cuatro veces. Lo que él no sospechaba era que mientras me pinchaba con su super portaminas yo estaba tramando un plan. Muahahah!!



Al entrar por la puerta el profesor, en esta ocasión de lengua, le enseñé mi antebrazo acribillado y le pedí permiso para bajar a ver al jefe de estudios acompañada por mi querida amiga Elena. Y allá que fuimos. Ella recuerda aquel día como la mejor actuación teatral en vivo que haya visto, pasando escaleras abajo de la rabia a la risa y de la risa al llanto desconsolado en cuanto crucé por la puerta del despacho del jefe de estudios. Hice un papel que habría merecido como mínimo una nominación al Oscar. A la jefa de estudios adjunta la convencí desde el primer momento, hasta me curó el brazo, y mandó a por mi némesis al conserje que más miedo daba. El conserje en cuestión era un ex militar como un armario empotrado con una voz de ultratumba que hacía que te cagaras de miedo entrara miedito aunque simplemente te diera los buenos días. Y allí que fue el hombre a por el pobre mequetrefe.

Esas mismas escaleras que yo bajé disfrutando del puro que le iban a meter las bajó él acongojado por esa misma cuestión. Tuvo una charla con el jefe de estudios y no volví a ver su "pelirroja" melena en una semana. Y a la vuelta, suave como un guante.

¿Bullies a mí? ¡Ja!

Yo tendría bigote, pero por desgracia para mi bully particular ni un sólo pelo de tonta.

Si te ha gustado comenta, comparte y sígueme!

3 comentarios:

  1. ole mi chica!! asi se habla. Yo tambien he pasado por tonterias como esas en el cole. Creo que por suerte mis padres me dieron una educación de no juzgar a las personas por su fisico; y despues de que a mi me juzgaran por ello, soy de las que nunca me oiras decir su alguien es gordo, alto, bajo o guapo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Desde luego el mundo sería un lugar mucho mejor si la gente se preocupara menos por cómo son las personas por fuera y más por cómo son por dentro. Hay tanta gente con las prioridades trastocadas que creo que podría tacharse de pandemia.

      Eliminar
  2. jajajajjajaaja lo que me he podido reír (desde luego no del bullying que es un tema que como sabes he vivido de cerca) me imagino a una mini tú actuando al puro estilo del Club de la Lucha y me da algo. Al pelirrojo le saldría la raíz triple a la vuelta, por no pensar que se le puso blanco el pelo del susto.

    ResponderEliminar