martes, 15 de julio de 2014

Pellizcos de monja

No soy para nada partidaria de la violencia, pero a veces creo que en su justa medida es la solución a futuros males mayores. Algunos niños necesitan al menos un buen pellizco de monja para su correcto desarrollo y futura transformación en ciudadanos de pro. Tras soltar una imprudencia por la boquita que pone a sus padres en vergüenza (si es que la tienen, empecemos por ahí), tras poner su propia integridad física o la de otro en peligro con el consiguiente susto de muerte para sus progenitores o los progenitores de la víctima, tras liarla parda en el súper abriendo paquetes de cosas, metiéndolo todo en el carro porque le apetece o montando un espectáculo porque quiere un huevo Kinder (tres posibilidades de entre una lista quasi infinita, el súper da para mucho). Tras todo eso un pellizquito es mano de santo.




Y es que hoy en día la gente parece tener un miedo atroz a tocar a los niños, en la calle por el qué dirán (supongo) y en casa ni idea de por qué, igual les da pereza o algo. Luego pasa lo que pasa, y es que los niños se suben a la chepa, pasan a ser adolescentes subidos a la chepa y al final vienen los lamentos y el típico "¿qué he hecho yo para merecer ésto?". ¿La respuesta? Mejor pensar en qué no se hizo: no pegar un buen pellizco de monja a tiempo.


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2 comentarios:

  1. eso y el clásico azote en el culo. Si es que .. puede que tengamos en España los niños más malcriados de toda europa, y viendo lo que veo por ahí no me extraña.

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  2. Yo prefiero el pellizco, que se puede dar con mucho disimulo y es de lo más efectivo. Pero cualquier correctivo del estilo es de agradecer por parte de los padres.

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